Spray

Una pala puntea la tierra, remueve, se hunde y lanza manojos de pastos hacia los costados. Una pala hace un pozo y un par de pies se hunden en el terreno constituido por capas de materia orgánica que no se enfrentaba a los rayos del sol desde un tiempo indeterminado. Los rayos de sol llegan filtrados por las nubes.

Camina con el sol en la espalda, siente el ambiente húmedo a través de las gotas que arrastra el aire. Bailan con el viento, de acá para allá, hasta estrellarse o fundirse con otro cuerpo. El reflejo del sol las convierte en pequeños arcoiris si son percibidas por un ojo humano en el ángulo apropiado. La tristeza se esparce de formas similares, como el spray de una cascada.

Hay una catarata de cosas. Las cosas son hechos, situaciones, interpretaciones, tareas, deducciones, especulaciones, preocupaciones, motivaciones, exigencias, objetivos, planificaciones, alteraciones, confusiones, párrafos, impuestos, contradicciones, ficciones, titanes, samuráis, hombres atómicos, búhos, multiplicidad, insectos, pociones, antropomorfismos misteriosos, degradación, gritos, alaridos y puños apretados. La catarata golpea sus hombros con fuerza, aprieta, la presión llega hasta las rodillas, parece que quiere reventarlas, golpea su cabeza y del rebote surge un oleaje.

Las olas del mar, siempre llegan, incansables, una, otra, y otra vez. Las olas se mueven cíclicamente, el eterno retorno de lo mismo. Con ellas retornan las cosas, las ve desde la escollera. Afina la vista y descubre caras entre las olas, caras que se hunden con el movimiento para dejar lugar a otras. La están mirando fijo, su pecho se estremece. Levanta la vista y se ve el horizonte, teñido con el color de las diferentes sensaciones que remueve el mar. ¿Cómo es posible que el mar contenga su pasado y lo proyecte como un collage de sentimientos? Los puede ver, oler, palpar, no se trata de una ilusión. Están ahí, rodeándola. Cada reflejo del sol, cada haz de luz devela una sensación o un anhelo pendiente, tienen una forma abstracta, desafiante. Los observa, los asimila y repiensa su presente. Inevitablemente, proyecta su futuro, frente a todo ese cuadro que la abraza sin abandonarla.

No se percata, de pronto sucede algo inesperado. Luego de un parpadeo, delante del concierto de tonalidades danzantes, aparece otra persona, frente a frente, mirada penetrante. La confusión se apropia de ella. Tiene delante suyo a quien ella misma ha sido antes. Hasta ese momento estaba segura que se trataba de la misma persona, pero ¿efectivamente son la misma persona? Ahora hay otro cuerpo. Quizás todo lo que creía que le había sucedido antes, en realidad le sucedió a otro. No obstante, aprendió cosas de eso que le sucedió a quien quiera que sea. Ya sabe a lo que se enfrenta y a lo que se enfrentará ese cuerpo. Rompe la inercia y le susurra al oído una serie de respuestas muy valiosas para situaciones frustrantes que vivirá. Otro parpadeo, ya no hay más nadie. Evidentemente no se pueden adelantar las jugadas: el aprendizaje duele, el entrenamiento duele como las fibras de los músculos que se rompen para reconstituirse aún más fuertes.

Un golpe, algo invisible se estrella y resuena en las articulaciones. Suena el teléfono y una amiga le pregunta si está triste, porque en un sueño le contó que había muerto un maestro. No hay nada que pueda hacerse al respecto, las enseñanzas y las miradas perduran si hay quien las replique.